El entorno familiar es el primer espacio educativo de los niños y niñas. Donde por sí mismo podemos encontrar múltiples oportunidades para establecer dinámicas que fortalezcan su desarrollo integral. Las rutinas en el hogar, entendidas como actividades estructuradas y repetidas en el tiempo, brindan estabilidad, seguridad emocional y promueven la autonomía infantil. Estas rutinas incluyen momentos cotidianos como el juego, la alimentación, el sueño, la higiene personal y hasta podemos agregar momentos como, la lectura compartida, los cuales, cuando se realizan de manera predecible y afectiva, se convierten en oportunidades significativas de aprendizaje y de interacción con los adultos (MINEDUC, 2024).
El psicólogo Rudolf Dreikurs, en su libro The Challenge of Child Management, señala que “las rutinas son esenciales para brindar a los niños un sentido de estructura y seguridad, al igual que las paredes de una casa”. Esta analogía destaca cómo las rutinas no solo organizan el tiempo, sino que otorgan contención emocional y claridad frente a lo que se espera de ellos, facilitando su desarrollo en un ambiente de confianza.
Además, estas rutinas contribuyen a fortalecer los lazos afectivos entre adultos, niños y niñas permitiendo momentos de calidad. El rol del adulto es fundamental en el papel de mediador, generador de contención y guía en estas prácticas diarias. Lograr entender que no se trata únicamente de cumplir horarios, sino de crear espacios seguros donde el niño o la niña se sienta visto, escuchado y valorado. Actividades simples como preparar juntos una comida, leer un cuento antes de dormir o conversar mientras se ordena, son oportunidades cotidianas que se transforman en experiencias educativas significativas. Estos momentos permiten a los adultos conectar emocionalmente con los niños/as y modelar conductas, lenguaje y actitudes que favorecen su desarrollo integral.
La calidad de la interacción adulto-niño/a en el contexto de las rutinas es clave. Cuando un adulto responde con atención, afecto y disposición a las señales del niño, se potencia su bienestar emocional y se refuerza la confianza en sí mismo. Así, las rutinas no solo organizan la vida familiar, sino que se convierten en un recurso valioso para enriquecer la crianza, promoviendo un desarrollo saludable desde la primera infancia. Fundación CMPC y su programa Criando y Creciendo, invitan a las familias a observar sus rutinas como espacios de aprendizaje y afecto, y a reconocer el poder que tienen en la construcción de vínculos sanos y en el fortalecimiento del desarrollo de sus hijos e hijas. Cada gesto, cada palabra y cada momento compartido puede marcar una diferencia significativa en la vida de un niño o una niña.
Referencias:
Ministerio de Educación de Chile. (2024). Educación rural. https://escolar.mineduc.cl/educacion-rural/
Ares González, A., & Llinares, C. (2017). Tejer la vida cotidiana. Aula de Infantil, 90, 9–12.
Rudolf Dreikurs (citado en Ares González & Llinares, 2017) afirmaba que “las rutinas diarias son para los niños lo que las paredes son para una casa, les dan fronteras y dimensión a la vida”.